Clase nº1; Introducción

Primer día de clases, o al menos de las de Adivinación. Desde la hora anterior, mientras sus alumnos asistían a otra clase, Syaoran había subido por la torre hasta llegar al ático o desván donde desde hace años se impartía aquella materia. Aunque pequeño, era un lugar acogedor a su manera. Se llegaba hasta él subiendo unas escaleras plegables y traspasando la trampilla que era la entrada. Una vez allí, un recibidor pequeño lleno de trastos para quién sabe qué cosa daba la vienvenida al visitante. Syaoran, que ya había empezado a acostumrbarse a aquel sitio, pasó de largo y cruzó la puerta que conducía hacia su clase. Allí había numeros mesas pequeñas, bajas y redondas cubiertas por manteles y tapides rojos. A los pies de las mismas, había esparcidos confortables cogines sobre los que se sentarían los alumnos. Todas las mesas miraban hacia el centro de la clase, donde un escritorio y un sillón serían el sitio donde Syaoran se ubicaría para dar clase. El profesor de adivinación se acercó hasta allí, teniendo que cerrar momentáneamente sus rasgados ojos azules ante la bofetada de calor que le dio la chimenea, situada tras su silla. Al llegar allí, se quuitó la claqueta que había llevado hasta apenas segundos antes, la colocó cuidadosamente sobre el respaldar de su sullón para que no se arrugara y se remangó su camisa blanca hasta dejar los dos antebrazos al descubierto. Resopló y miró distraidamente su reloj. Aún faltaban unos diez minutos para que la clase que le precedía concluyera, y con ella su hora libre de descaso. No obstante, su clase estaba apartada, así que sus alumnos aún tardarían en llegar. Dio la espalda a la puerta y se dirigió hacia la pizarra que había junto a la chimenea mientras su mano derecha se dirigía a la varita de palo de rosa que guardaba en su bolsillo izquierdo delantera. La madera oscura, casi negra, brilló unos instantes bajo la luz del fuego antes de que Syaoran la agitara con elegancia en dirección a la pizarra, escribiendo en ellas unas palabras.

La clase anterior había terminado, los alumnos se acercaban, pero el profesor seguía ensimismado mientras terminaba de escribir en la pizarra "Syaoran Kisaragi, Adivinación". El no haber estado presente la mayor parte de las ocasiones y haberse mantenido apartado y distante durante las comidas, había ocasionado que prácticamente nadie, excepto los profesores, conociera la identidad de aquel que impartiría la asignatura de Adivinación. Sería un rostro nuevo para muchos alumnos que para él también serían nuevos. Aún de espaldas, lanzó el encantamiento que abriría la trampilla y haría desplegarse las escaleras con la llegada del primer alumno.

Aún de espaldas sintió los pasos apresurados de alguien en las escaleras. Aún agitando la varita, sacó la mano izquierda del bolsillo del pantalón y miró su reloj. Había resultado bastante puntuales, cosa que le agradó. Syaoran oyó sus voces, dos chicas al parecer. Les hizo una seña con la mano para que se sentaran y después volvió a meterla en el bolsillo del pantalón. "Introducción a la Adivinación" había aparecido ahora en la pizarra, y Syaoran se giró dando así, por vez primera, la cara a sus alumnas. El rostro ovalado y lleno de redondeces tenías un aspecto juvenil que engañaba fácilmente a quien lo viera, haciando parecer al profesor menor de lo que era en realidad, en especial por el desordenado cabello de color negro. Sus rasgos asiáticos y armoniosos le daban un aire sereno y afable, aunque estos pudieran endurecerse como la misma piedra si fuera necesario. Caminó con parsimonia hacia el escritorio, donde soltó su varita en el mismo filo por si en algún momento la necesitaba. Cuando volvió a girarse hacia Froya y Saaku, tenía ambas manos metidas en los bolsillos de sus pantalones, que al contrario de la imagen que ofrecían los demás profesores, le daban un aire cercano y atractivo al ser vaqueros oscuros y estrechos.

- Buenos días- respondió al fin ante el saludo de ambas, rompiendo así su silencio- Id cogiendo sitio donde gustéis, por favor-